21.8.11

A orillas del Danubio I





Estamos pintando sillas de amarillo en Tüzraktér con Fergo. Bebiendo Club-Mate. El cielo del patio interior está tapado con una lona de circo. Suena un ring del chat del facebook del señor que está sentado a nuestro lado con su portátil. Se oyen risas, parecen italianas.Tres campanadas de una iglesia cercana irrumpen descaradamente. Una radio húngara rompe el legado de silencio que las campanadas habían perpetrado. Olga apoya su cabeza en mi pierna y le acaricio el pelo. Es largo y huele bien. Fergo repasa con su pincel la silla buscando pequeñas imperfecciones. Se agacha, le cruje la espalda, no lleva camiseta, se gira y sonríe. Sus ojos azules me miran distraídos, nerviosos. Está extremadamente delgado. La columna vertebral le sobresale grácilmente mientras pinta. La pierna me empieza a sudar. No corre ni una pizca de brisa pero no hace calor. Mis pies descalzos recogen toda la mugre del lugar. Fergo mira la silla y asiente con la cabeza. Hemos hecho un buen trabajo. Estas sillas siempre estarán en Budapest como parte de nuestro pequeño legado.






m.

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